LA OTRA MITAD DEL AÑO


De lo que me ha pasado en los últimos seis meses… y que aún no os he escrito.

Un barco lleno de hamacas de colores, atardeceres rojizos y aguadito para desayunar, comer y cenar.
Una moto-taxi que me llevó por todo Iquitos, y me regaló momentos llenos de fibras de hoja de palmera.
Pasar la noche descalza en el Amazonas, y no ahogarme en el intento.
Un poquito de Italia en El Agustino, a través de los más grandes.
Callao, Monumental.
Una noche en Sargento que se convirtió en otras tantas… para no olvidar.
Una despedida por omisión llena de amargura, tristeza y rabia. Otra despedida que habla de Uganda y, en alguna terraza, de cooperación.
Jornadas de preguntas y ¿respuestas?
Sustos que vuelven cuatro meses después, y se quedan en eso, sustos.
Entrenamientos llenos de nombres nuevos, que se olvidarán de mí en un par de semanas.
Croquis de la Casa Agus, que no pasan de cuatro papeles y un jugo de frutas.
Cerros desde otro punto de vista.
Charlas llenas de peces globo.
Plataformas para el aprendizaje.
Tardes de portafolio y correos.
Vídeos sin acabar, y talleres sin hacer.
Arnunciadas sin salchichas ni Colacao, pero con lo más importante, Treisi. Cervezas en la ciudad blanca. Vueltas al templo de Pachapapa con hojas de coca. Subidas a San Blas, y las vistas del Machu Picchu.
Conversaciones en francés de vuelta a Lima, y conversaciones en los Andes con el cabo Lituma.
Cabezones y ‘tecnopor’. Y una armónica de hace 4 años que no sé tocar.
Renata, los niños y el mar.
Tardes de arquitectura y memoria. LUM y melancolía.
John Lennon con la nariz rota (te echaré de menos).
Conversaciones llenas de té de kion helado, y apoyo incondicional (gracias).
Agujas nuevas y Chi Kung en proceso.
Copacabana multiplicado x 2.
El comedor de las señoras, que son las que más valen.
Paseos por Lince...y un carro en llamas.
Días de soledad y noches de insomnio.
Reuniones de sábado por la mañana y sueños de verano.
La Noche con Brasil, Ecuador, Italia y España.
Partidos de liga distrital, a los que no iré más.
Promoción azul turquesa o 'como entrar en una película (mala) de sábado por la tarde'.
Hallacas en familia, y torta de despedida.
Canasta navideña llena de sorpresas y lágrimas invisibles.
Cierre de programas, y el desierto por conocer.

Y yo, hasta la última semana… conociéndome.

Seis meses de cuentos sin contar, y la libreta de este año, terminada.
Y en los muros del cerro de El Agustino -siempre sorprendente- ya no se lee más ‘El Agustino, compromiso de todos’. Como si también ellos supieran que se acaba.

Un montón de gracias, con forma de nudo en la garganta.

Escribo porque sigo siempre en terreno. Aunque el terreno tiemble.





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